*BRUJAS CURANDERAS
Es difícil imaginar una bruja distinta a una vieja vestida de negro, con nariz aguileña, verrugas en la cara, desdentada, de largos dedos y puntiagudas uñas, tocada con un sombrero de pico y montada sobre una escoba.
Para Julio Caro Baroja, hay que distinguir entre dos puntos de vista. Por un lado, lo que las brujas debían creer de sí mismas: poder para realizar magia y hechicería, y actos maléficos o benéficos.
Por otro lado, lo que las gentes creyeron de las brujas, especialmente en la Edad Media: eran personas que realizaban actos maléficos y servían y adoraban al Diablo.
La fuerza de la naturaleza se manifiesta también en las ceremonias y las prácticas brujeriles.
Las brujas son curanderas y saludadoras, conocedoras de los efectos de las plantas, y los usan en su propio beneficio o en el de otras personas.
Toman alucinógenos para escapar de una realidad que no comparten, o quizá creen transportarse así hasta otros estados de conocimiento. Lo aplican como remedios naturales para enfermedades de personas y animales. Los vecinos reconocen así su poder y sus conocimientos superiores, y atribuyen lo que no comprenden a la magia, igual que podrían atribuirlo a un milagro.
En muchas leyendas populares, la palabra bruja puede sustituirse por hada, por ejemplo, y el relato no sólo no pierde nada, sino que cuadra mucho mejor. Un relato del Pirineo aragonés trata sobre unas "bruxas" que habitaban en unos árboles, y que tenían poderes mágicos y en muchos pueblos de estas montañas existen bosques denominados de las "bruxas", y lo mismo sucede con los dól
menes, llamados en ocasiones "Casetas de bruxas".
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